
Me llamo Teresa Martínez, tengo 65 años y soy la orgullosa abuela de Samuel, un niño de 5 años con síndrome de Down. Vivo en Barbosa, Antioquia, en el mismo edificio que mi hija Camila y su esposo Andrés, los papás de Samuel. Aunque ya estoy jubilada, siempre digo que mi nuevo trabajo —y el más bonito— es cuidar, jugar y aprender cada día junto a mi nieto.
Cuando Samuel nació, la noticia de su condición nos tomó por sorpresa. Recuerdo como si fuera ayer el miedo en los ojos de mi hija, la confusión, las preguntas sin respuesta. Como madre, sentí que debía ser fuerte por ella, y como abuela, supe de inmediato que mi misión era amar a Samuel con el alma y ayudar a que floreciera, tal como es: único y maravilloso.
Los primeros años no fueron fáciles. Nos enfrentamos a médicos que solo hablaban de lo que “no iba a poder hacer”, a miradas de lástima en la calle y a un sistema que aún tiene mucho por aprender sobre inclusión. Pero nuestra familia es terca para el amor, y nunca nos dimos por vencidos.
Fue en una visita al parque donde escuché por primera vez el nombre de ASOPAHINES, en boca de otra abuela que también acompañaba a su nieto con discapacidad. Su forma de hablar, con tanto alivio y esperanza, me llevó a buscar más información. Unos días después, mi hija y yo estábamos tocando las puertas de la fundación… y nos las abrieron con una sonrisa.
Desde que Samuel empezó a asistir a ASOPAHINES, ha dado pasos enormes. No solo ha mejorado en su lenguaje y en sus habilidades motoras, sino que su autoestima ha crecido —¡y cómo no!— si aquí lo tratan con respeto, con amor, y lo más importante: con expectativas. En esta asociación no lo ven como un “niño especial”, sino como un niño con sueños, con talentos, y con todo un mundo por descubrir.
Yo también he encontrado en ASOPAHINES un lugar para mí. He conocido otras abuelas, madres y cuidadores que comparten este caminar. En los talleres y charlas nos dan herramientas, pero también nos dan lo que más necesitamos: comprensión y compañía.
Hoy, cuando Samuel me abraza fuerte y me cuenta cómo le fue en sus actividades, siento que todo ha valido la pena. Gracias a ASOPAHINES, tenemos esperanza, tenemos comunidad y tenemos un futuro que ya no nos asusta, sino que nos emociona.
“Ser abuela de Samuel es mi mayor bendición. Y tener a ASOPAHINES a nuestro lado, es la certeza de que nunca caminaremos solos.”
— Teresa Martínez